No creas en Dios.
Un puñado de estrellas, luz incandescente, ausencia de sonido, extremos de temperaturas. La inmensidad sin reglas: el abismo. Se que estoy soñando, no suelo flotar en mi rutina diaria. Ha sido un año agotador, tanto dolor tratando de abrirse paso hasta mi. Mucho de ello colapsando en mi desierto de hielo, atacando los espejismos. Me acosté pensando en los problemas de la mortalidad y los hechos arbitrarios. Una injusticia que parece ser objetiva. Aquejándome. A veces me sumerjo en las profundidades buceando sobre el Kraken durmiente, para ver si encuentro una solución desoladora que pueda alzar con mi puño derecho en dirección a su trono. Para amedrentarle. ¿Funciona? No. Soy poca cosa y cuando hago eso desciendo un poco más. Es por ello que ya no me interesa buscar formas de herirle, si me lastiman por su falta de interés. Soy u na partícula frente a la inmensidad, a merced de las voluntades titánicas y sus caprichosos vaivenes. Disoluta entre las capas de realidades que se reser