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Mostrando entradas de diciembre, 2013

No creas en Dios.

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Un puñado de estrellas, luz incandescente, ausencia de sonido, extremos de temperaturas. La inmensidad sin reglas: el abismo. Se que estoy soñando, no suelo flotar en mi rutina diaria. Ha sido un año agotador, tanto dolor tratando de abrirse paso hasta mi. Mucho de ello colapsando en mi desierto de hielo, atacando los espejismos. Me acosté pensando en los problemas de la mortalidad y los hechos arbitrarios. Una injusticia que parece ser objetiva. Aquejándome. A veces me sumerjo en las profundidades buceando sobre el Kraken durmiente, para ver si encuentro una solución desoladora que pueda alzar con mi puño derecho en dirección a su trono. Para amedrentarle. ¿Funciona? No. Soy poca cosa y cuando hago eso desciendo un poco más. Es por ello que ya no me interesa buscar formas de herirle, si me lastiman por su falta de interés. Soy u na partícula frente a la inmensidad, a merced de las voluntades titánicas y sus caprichosos vaivenes. Disoluta entre las capas de realidades que se reser

Próximo.

Durante un par de años presencié la deconstrucción de mis ídolos. Los vi caer de su altar, como trozos de satélite que si sos desafortunado, caen en tu patio. Fueron tangibles como artefactos y materia orgánica. Accesibles, imperfectos, talentosos, carismáticos, mortales, imperdonables... lo mismo de siempre. Excepto que no fueron una hipótesis, se manifestaron posibles y demostrables.   Yo decidí. Todos lo hacemos. También agradecí aunque hay una parte de mí, que inconsolable, sonríe ante pequeños triunfos postergados. Pero Yo el todo que aún no comprendo, debo avanzar. Quedan interrogantes sometidos al devenir.  Al menos sé que no hay límites, eso aprendí de los restos de ídolos en el patio.   Las estructuras de hielo cedieron, tras un arduo trabajo con años de esmero. Pude convencerme de una reestructuración. Siempre hablé sobre dejar recuperar mi verdadero yo, pero temía hacerlo. Gasté muchos más recursos en sostener mi desapego gélido que en avanzar efectivamente. Me perdí en

M.

Es otra mañana, un día más, horas, momentos, oportunidad, tiempo. Gracias. Te preparó el té, el fuego contenido calienta el agua. Mientras espero que te levantes. Abro las persianas. Dejo el día pasar, con su aire, sus sonidos, sus aromas, su polvillo. Ensuciará los muebles otro día vivido. Y será ignorado este hecho porque estaremos ocupados en la rutina. Encenderé mi computadora, o veré desde mi tablet intrascendentes redes sociales. Mientras miramos las noticias y desayunamos. Como si estuviéramos en un rincón de un cuarto gigantesco, sentiremos que solo nosotros existimos durante nuestro ritual. Alguien pasará por nuestra vereda y su presencia molestará cuando decidan visitarnos. No es la hora de las visitas, presas de la Ley de Murphy, llegan cuando son inconvenientes. La casa olerá a pino fresco. Contendrá en su estructura años y momentos de todas las personas que queremos. Y de vez en cuando recibirá a todos de nuevo, en especial durante Diciembre. Ese mágico mes. Ser

El ínterin.

Fui súper por un tiempo. Perfecto. Indestructible, bueno, ni tanto. A decir verdad estuve inmerso en trámites mientras las mejores posibilidades sucedían en mí. Las más insólitas, superiores a todo lo que alguna vez imaginé. Aunque no significa que no pude disfrutar de mi reincidente libertad. Durante el ínterin  pude alcanzar la altitud más alta, acariciar las aves rapaces durante su vuelo y alimentar a los leones con mi mano desnuda en el medio de la sabana africana. Nadé con tiburones y cacé con osos polares. Ninguno intentó herirme, sabían lo que yo: eso era imposible. Así pasé mis días libres, esas horas que ya no transcurrían con la misma velocidad. Noté como el flujo temporal era similar a un metal líquido capaz de atravesar mi materia y reprogramar sus ciclos sin mi consentimiento. Malicioso aunque incapaz de atribuirse cualidad alguna de vida, malintencionado de todos modos. Disfruté a mis amados, les declaré mi gratitud eterna por su amor incondicional. Lloré conmovi