Frío.
Lo conseguí. Su figura afilada en la noche, sus labios con escarcha, su sonrisa destellante, sus cabellos gélidos... se han desvanecido. Era su eco en los recuerdos, las noches en que repasaba las imágenes, esas secuencias perfectas donde me volví el narrador omnisciente de mi propia vida. Porque visto desde el presente conozco el final de la historia, he presenciado cuanto dura el sentimiento, como se fragmenta la pasión, cuando está fingiendo que le importo tanto como al principio y su mirada vacía en mi presencia, tan aburrida de mí. Consigo analizar los detalles que nos separarán eventualmente, hasta llegar al momento en que sucederá. Incluso más importante, reproduciendo estas postales de nosotros, puedo vislumbrar la razón de nuestro final. Me empuja con fuerza contra la pared, cerca del río, escucho el agua corriendo, la virtud de una noche invernal, pocos peatones. Podemos besarnos y calentarnos como sabemos, como siempre buscamos hacerlo cuando la helada se siente