Eso.
Esos encuentros de chance. Escurridizos momentos de gloria, anónimos también. Solo se los aprecia en la nostalgia: “entonces yo fui ese día sin esperar nada nuevo, pero nos pusieron en grupos y ahí nos vimos por primera vez”. Lo cierto es que antes de ese momento, si es realmente inesperado, jamás habías reparado en esa persona. Esos minutos hablando por primera vez. Sin dobles intenciones, sin expectativas. Simplemente conociéndose de la forma mas tradicional. Con la guardia baja. Con la sonrisa sincera. Con el café de por medio. Con la gente observando extrañada ese par que habla como si nadie más estuviera allí. Solo ellos dos. Esos días perfectos se ensamblan mientras los vivís, donde cada nueva secuencia será memorable y lo sabés, pero no querés admitirlo. Empieza con algo tan simple como la primera vez que se encuentran fuera del ámbito donde se conocieron. Y fluye radiante durante una soleada tarde conversando, vibrando con cada mirada. ¿Es posible que tengan tanta conexión