La dueña.
@mrwritor
Es un hábito, un rito de pasaje tal vez, para el adolescente quedarse solo en su casa durante un fin de semana largo.
Es un hábito, un rito de pasaje tal vez, para el adolescente quedarse solo en su casa durante un fin de semana largo.
0:01 - 3 de abr. de 2015
Así
fue para Julia, cuando sus padres propusieron un pequeño viaje y
ella prefirió quedarse en casa para pasar los días con sus amigas.
Ellas
no podrían reunirse hasta el Viernes por ello, esta noche, la
tendría para si misma. “Mejor así.” Pensó. “Miraré
películas”.
Su
preferencia por el género de terror, no era bienvenido por sus
asustadizas amigas que deseaban ver algo con Liam Hemsworth.
Luego
que sus padres partieran, no salio en todo el día. Solo durante la
tarde intercambio saludos con su vecino, Matías.
Sus
casas tienen un enorme patio, con un pequeño parque en medio de la
manzana. Algo tan bello que las familias desearon preservarlo.
Notó
a Matías un tanto distraído cuando hablaron. Evaluando el parque,
buscando ver algo que no estaba allí.
Aunque
hablaron como de costumbre sobre la facultad y la ciudad, antes de
volver cada uno a su casa.
Incluso
la insólita mirada de preocupación del joven al enterarse que Julia
pasaría la noche sola, no le alertó en nada.
Se
dispuso a tomar un té en su tazón grande con la forma de un gato
negro, mientras la película terminaba de cargar.
¿La
película elegida? Una interesante obra de terror moderno, llamativa
y renombrada: The Babadook.
Durante
los primeros minutos de la historia, como de costumbre, nada
sobresaliente sucedió. Eran escenas para situar la trama.
Escuchó
un ruido en el patio, pero asumió que se trataba de la gata de
Matías. Que solía merodear fuera, incluso en Marzo durmió con
ella.
Julia
recordó que a la mañana siguiente Matías estaba ajustando el
mosquitero de su patio. Parecía que lo habían desprendido
violentamente.
Durante
los golpes en la puerta de la protagonista de la película, ella
sintió algo similar en la suya. Y sonrío frente a la coincidencia.
Como
buena fan del género de terror, ella no sería fácilmente
intimidada.
Pausó
la película para acercarse a la puerta, esperando alguna amiga que
estuviera aburrida y pasara a visitarla.
No
había nadie fuera, así que pensó en la gata de Matías, el viento
o una simple sugestión. ¿Tan pronto? La película aún no daba
miedo.
Pero
la tarde le había transmitido una sensación extraña. Algo con lo
que Matías ya se siente familiarizado. Pero esto Julia no lo sabía.
Continuó
viendo la película con su té. Por momentos planeando la noche del
Viernes. Cuando el primer bajón de tensión sucedió.
Nada
peculiar, solo un detalle más. Por suerte no fue suficiente para
apagar la notebook, eso si le hubiera molestado.
5
minutos después el segundo bajón sucedió, acompañado de otros
golpes en la puerta. Esto empezaba a preocuparle sin entender porqué.
Mientras
regresaba pensativa de la entrada, donde una vez más nadie había
golpeado la puerta. Escuchó el maullido.
Ese
sonido agudo penetrando cada pared como si no existieran en la casa.
Emanando de las puertas y el piso, junto al tintineo de las luces.
Buscó
una explicación para esos sonidos y comenzó a preocuparse hasta que
vio una figura familiar dentro de la casa.
Esto
le trajo cierto alivio, esa gata siempre paseando. La llamó por su
nombre, pero el felino no respondió. "Que extraño, ¿no es
ella?"
Las
pupilas de Julia se dilataron cuando el felino huyó atravesando la
pared. En ese momento los golpes en la puerta del patio la asustaron.
Matias
había observado toda la noche el gran patio. Y notó que en la casa
de ella, las luces estaban fallando. Algo que ya le había sucedido
Julia
no deseaba sentirse aliviada por tener alguien más en la casa, como
si hubieran venido al rescate. Casi se molestó por esto.
Sin
embargo no tuvo tiempo de expresarlo a su vecino, cuando la puerta de
entrada se abrió sola, pese a estar cerrada y con trabas.
- Entonces ¿esto te pasa seguido?
- Una vez al mes.
- ¿El gato fantasma?
- Y hay un perro también. Es más agresivo.
- Quiero verlo.
- Ehm.
En
el camino hacia la entrada, conversaron para evitar sentir temor
frente a lo que abrió esa puerta. ¿Que sería esta vez?
- Yo vi al gato, debió ser eso.
- El gato nunca abrió la puerta y el perro la arrancó.
- Ah bueno, el viento no fue.
- Me preocupa.
- ¿Cómo es posible que tengamos estos fantasmas ahora?
- Y tan lejos de Halloween ¿no?
- Pero no entiendo porqué ahora.
- Mirá las luces...
Una
sensación de ansiedad, similar a la de la tarde. Un desasosiego
capaz de hacerlos sollozar sin motivos, se apoderó del ambiente.
La
temperatura de la casa comenzó a descender, mientras risas de dicha
los asediaban, como ecos en sus mentes.
¿Cómo
podían escuchar a alguien siendo feliz y sentirse tan tristes al
mismo tiempo? El frío les hizo ver las huellas del felino.
Su
ronroneo les hizo cosquillas, pasando entre sus piernas. Pero el frío
se estaba haciendo más intenso, casi intolerable.
Las
risas se detuvieron de pronto, como cuando alguien corta la música.
Y con ellas, finalmente vieron lo que estaba presente observándolos.
No
había forma de concebir el estado de alerta que los dominaba,
proveniente de esa forma preciosa. Una niña, transparente, en la
cocina.
Pendiente
de sus movimientos, el ademán de Julia la puso en guardia. Las
ventanas se cerraron de golpe frente a este simple movimiento.
La
tensión de las luces bajó hasta dejarlas alumbrando como velas.
Mientras las puertas se trababan solas. Y la tristeza los colmaba.
- ¿Qué está buscando?
- No puede ser el gato porque está en frente suyo y no lo nota.
- ¿Qué más hay?
- El perro.
- ¿El agresivo?
- Sí.
- ¿Dónde está?
- Tal vez venga porque está el gato. No se.
- ¿Pero si no viene que pasa?
- Eso me preocupa.
- ¿Nos mata?
- Tal vez, si.
Matías
pensó en formas de llamar al perro, como podría hacerlo si un
mínimo movimiento haría que ataque esta niña.
No
le tomó mucho tiempo descifrarlo, considerando que estaba asediado
por un espíritu. Podía hablar con Julia sin generar una agresión.
- Julia hablale a la chica.
- ¡¿Yo?!
- Si, para que yo pueda llamar al perro. A vos no te conoce no vendrá con tu voz.
- No se que decirle.
- Preguntale su nombre. O dale el tuyo.
- Está bien.
- Pero no te muevas por nada del mundo.
- O moriremos, entendí.
Como
esperaba Matías, la voz era lo único que podían utilizar sin
provocar una agresión. Aunque las maderas de la casa crujían
amenazantes
Mientras
Julia lograba conocer el nombre de la niña "Ana". Él
consiguió llamar al perro, ese amistoso espíritu que casi le
arranca el brazo.
- Ana, también tuve un perro, pero el tuyo está cerca.
- ¿En verdad? -dijo con un susurro helado-
- Sí -tembló Julia- llegará pronto.
Matías
suspiró aliviado, el perro estaba llegando, allí en el patio lo
veía tan torpe como esa vez, tumbando las macetas de cemento de 50
kg
Jugando
hasta llegar y romper el mosquitero al pasar, su marca registrada.
Lamiendo su mano, removiendo la escarcha que la cubría.
Y
lamiendo la mano de Julia para quitarle el tono azulado que estaba
tomando. Antes de girar y correr hacia su dueña, dichoso.
Las
risas de la niña colmaron el cuarto, hasta desvanecerse con su
mascota. Permitiendo que las luces recuperaran su tensión habitual.
Ana
le dio las gracias a Julia desde las paredes de la casa, antes de que
el frío cediera por completo.
Matías
ayudó a reparar el mosquitero, ya tenía practica. Tomaron un café,
repasando los eventos de la noche, pensando que más podría suceder
A
veces una experiencia es un portal hacia algo mucho más grande.
Conocer
un simple espíritu animal, puede desencadenar una serie de
encuentros cada vez más complejos.
@mrwritor
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Por
fortuna ya no estan solos para enfrentar estos sucesos. Un pequeño
alivio, pues deberán estar juntos para lo que sigue.
3:27 - 3 de abr. de 2015
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