Turno noche.




Damián odiaba quedarse solo en el turno noche, lo decía siempre. Asustadizo, detestaba la gran cantidad de ruidos variados que se oían en los grandes ambientes del hotel, tras un par de horas desde que todos los empleados se habían ido a sus hogares. Muchas veces juraba al día siguiente que no eran los ruidos convencionales de las máquinas, lo que le erizaba la piel. Pero al ser tan exagerado, nadie prestaba atención a sus anécdotas.

La noche del jueves no le tocaba trabajar, pero por necesitar el fin de semana para irse con su novia, cambió francos con su compañero. Que desafortunada coincidencia, a partir de las 00 hs sería la noche de Halloween. Como todos los jueves, el bar y restó cerraron a las 01 hs, luego los mozos y el personal del bar se retiraron, finalmente el personal de la cocina se retiró también. A las 2 hs Damián estaba solo de nuevo en el hotel, recorriendo alerta los grandes y modernos espacios donde una hora antes mucha gente caminaba, conversaba, reía.

Estaba listo para preparar el segundo café de la noche y luego quedarse en el escritorio porque allí se sentía seguro, jamás le había comentado a nadie que temía por dentro cuando estaba solo, sentía que lo observaban. Una vez incluso estando de espaldas a la pared espejada del desayunador, al darse vuelta rápido preparando todo, notó que su reflejo seguía de espaldas, fue durante un pestañeo, pero desde entonces no volvió a preparar el desayuno sin alguien presente. Caminó hasta el bar, hacia el fondo de la cocina de ese sector, donde estaba el dispenser de agua caliente para preparar su café. Escuchó ruidos en el patio de luz y en el depósito, pero como siempre los atribuyó al viento. A través de las puertas blancas de madera con cristales era difícil notar si había algo fuera, pero tampoco saldría a revisar.





Pasó cerca de la oficina donde una vez juró haber apagado la luz, para luego encontrarla encendida como si nada. Y también frente a la mesada donde los baldes con cubiertos siempre quedan para ser armados al día siguiente, recordó esa vez que escuchó un estruendo y asumió que se había caído uno de los baldes por el ruido de metales cayendo al piso... nuevamente no había nada fuera de lugar, cuando llegó para ver que había sucedido.

Apresuró el paso hasta llegar al escritorio, no ayudaba que todos los ambientes quedaran en penumbras, iluminados mínimamente por pequeños dicros en rincones y nada más. Se sentó y se disponía a mirar su Facebook cuando, oyó un carro en el pasillo de madera ubicado detrás de la recepción, el pasillo por el cuál siempre venían las mucamas con la lavandería. Asumió que se trataba de su compañera de madrugada Celia, por lo que se levantó para abrirle la puerta con una sonrisa de alivio. No había nada en el pasillo, nadie, solo viento. Una ráfaga le acarició el rostro horrorizado, mientras las penumbras detrás de él rasguñaron su espalda, esto era real.

Huyó al escritorio buscando su teléfono, dispuesto a salir del hotel, sollozando levemente. Intentó llamar a la policía, pero la línea estaba cortada, su celular no tenía señal y los susurros que siempre había temido comenzaron a escucharse abiertamente en los ambientes a oscuras. Corrió hacia las puertas de vidrio de la entrada, pero no respondían, eran electrónicas con sensor de movimiento y estaban desactivadas como siempre tras el cierre, el tablero estaba en el pasillo, la única forma de abrirlas era ingresando ahí.

Con sus piernas temblorosas camino deseando que todo hubiera sido su imaginación, aunque la sangre empapaba su camisa blanca, su espalda había sido cortada por algo en ese pasillo. Miró las cámaras de seguridad con lágrimas cayendo por sus mejillas, antes de ingresar, luego con un pie dentro del pasillo decidió no entrar... 

Las cámaras muestran como algo lo arrastró con fuerza antes de cortarse la señal de vídeo.


Comentarios

  1. Muy bien, te felcito. El terror un tanto psicologico me atrae.
    Saludos

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