La Invitación



El pasado es un ancla, un pozo donde quedar atascado. No pretende renovarse, no desea el cambio, no busca novedades. Es exasperante verlo todo descolorido repitiéndose hasta el hartazgo. Gira sobre su eje, ofreciendo anécdotas que se repiten hasta carecer del humor que en su momento produjeron. Son sin más, golpes de efecto sucedidos cuando los protagonistas aún solían experimentar el presente que ahora tiene mero valor anecdótico.

Los detalles cambian según quien cuenta las historias, la realidad se tergiversa en memorias gastadas, que toman prestadas de los recuerdos del otro falsos momentos vividos como certezas, dejando una pintura de Jackson Pollock en lugar de una prístina postal con resolución de 16 megapíxeles.

Alerta. Las siguientes características pertenecen a quienes viven con esa ancla:

Un suspiro de resignación en un tiempo donde deberían estar generando novedades.
La apreciación lejana de la brillante interacción nocturna.
El desgano por interpretar nuevos roles.
La apatía frente a nuevas personalidades.
El apego por un mínimo grupo de ex protagonistas que también viven la vida a través de una ventana.
La rendición frente a los cánones sociales, marcos de eventos que deben ser cumplidos en tiempo y forma según las expectativas de adultos, que no han sido plenos desde y por haber cumplido esas mismas normas.
Encontrar en reuniones anodinas la única posibilidad de vida social sin la supervisión de una pareja.
Naturalizar que las actividades en pareja se hayan vuelto obligatorias y cuestionarlo sea motivo de conflicto con la misma.
Evitar enfrentarse a sí mismos y el temor de ser menos que sus pares con pareja y estabilidad emocional en forma de convención social: matrimonio e hijos.
Beber el bálsamo que curará todos los males bajo la creencia que el matrimonio es la clave de la felicidad.
Juzgar a quienes no han hecho el sacrificio de sus ambiciones personales y metas personalísimas a los dioses de la banalidad.

Bajos estos mandatos del ridículo socialmente aceptado encontré a todos mis amigos, quienes alguna vez tuvieron una chispa de vida dentro de sí mismos. Ya no. No serían mis aliados en las mínimas apreciaciones culturales, no verían banda alguna, asistirían a muestras de arte ni fotografía, jamás disentiríamos sobre una obra de perfomance alternativa, ni beberíamos de la misma botella sospechosa de vino en un sótano blanco inmaculado durante un interludio.

Quizás las épocas donde estuvimos en sincronía no fueron tales si mi pasión por unas zapatillas Converse by John Varvatos fue recibida con apatía. Y los tragos que hoy son parte de mi paladar, no han sido siquiera imaginados por los suyos. Asimismo los colores nocturnos que envuelven una figura cuando está cayendo la helada, los atestigüé en soledad.

¿Cómo no me había sentido solo antes?” Es una incógnita que debe su razón a mi resiliencia y capacidad de adaptación. Pero llegó el momento en que no pude hacer más con lo que tenía. Es muy difícil hacer limonada cuando los limones no tienen jugo.

En medio de semejante contexto de sabores agridulces llegó el sobre. Una noche fresca de primero de Octubre. Escuché movimiento en la calle toda la madrugada, intenté dormir pero mis sueños a medio diseñar se mezclaban con recuerdos de tiempos felices que siempre tuvieron un dejo de insatisfacción. Nunca disfruté plenamente de las salidas, la razón es que el grupo adecuado de gente para mí, me ha eludido por años. Sé dónde están pero temo ir en su búsqueda, temo encontrarlos, temo sus pruebas, temo quedarme aquí…

Los animales, supongo, bloquearon mi sueño, oí sus patas golpeando en la vereda y las calles, hasta mi departamento de tercer piso en una esquina céntrica no concurrida (un milagro menor) llegaron sus aullidos. Así supe que eran perros callejeros, podría sorprenderme si no fuera porque varias cuadras por acá están desiertas, compuestas por edificios en ruinas cercados con grandes carteleras y muchos estacionamientos cuyo hedor aceitoso se percibe incluso cerrados.

Por la mañana el sobre encontró su camino hacia mí, estaba bajo mi puerta. Los mensajeros se habían ido al amanecer, tras su partida mi sueño regresó y dormí pocas horas pero no amanecí cansado. Escuché a los vecinos comentar por los pasillos que muchos animales callejeros aparecieron descuartizados por las veredas y calles aledañas al edificio. Agradecí no haber visto nada para no sentir pena todo el día por esos pobres animales.

Luego de prepararme un café, abrí el sobre que tenía mi nombre, resignado a leer una tarjeta de casamiento, pero ver ese blanco destellante y gélido provocó un escalofrío certero. Sabía de qué se trataba, una lujosa tarjeta en blanco, para que solo pudiera leerla quien percibe fuera del camino trazado por el andar resignado de tantos antes de sí. Mis vellos se erizaron y a contracorriente esbocé una sonrisa, porque para mí da tanto miedo ser convencional que conocer un antro peligroso. Y así comenzó mi historia…



¿Qué precio estás dispuesto a pagar por lograr un cambio tan radical y envolvente capaz de brindarte las direcciones hacia cada meta que has tenido? Hay que tener cuidado con lo que uno pide, pues alguna vez podrían escucharte y los requisitos para llegar hasta allí, quizás superen todo lo imaginable.

El 30 de Octubre llegó y con mi mejor ropa hasta la fecha, salí de mi departamento luego de un fin de semana frustrado. Uno más, tratando de reunir amigos para hacer algo, tomar tragos siquiera. Y terminar solo mirando películas en casa. Ni siquiera Stranger Things segunda temporada. Me puse mis zapatos de cuero negro Boating, un pantalón negro Key Biscayne, mi camisa de fiesta azul con flores pequeñas de Prototype y el saco negro sport Fiume que conseguí en oferta pero ellos no van a saber eso, ¿o sí?. El reloj Tommy Hilfiger de acero que no terminé de pagar, un toque al principio (aunque luego me bañé) de Allure de Chanel y salí de casa con destino incierto. Sabía a donde me dirigía pero mi destino nunca fue tan incierto como esa noche.

Llegando a la esquina de la dirección varios flacos pasaron vestidos casi como yo. No había nada que pudiera hacer ahora, solo deslumbrar con mi personalidad. Visto por fuera no era más que una fiesta de chicos ricos en un edificio clásico, esas construcciones que solían llamar palacios y hoy son generalmente alquilados por bancos, perfumerías y locales de electrodomésticos. No más de 3 pisos pero dos pisos más de terrazas y suficientes metros cuadrados para perderse en medio de los nervios por encajar. Desapercibido en medio de varias cuadras de construcciones similares, clubes, bibliotecas, bancos, estudios de danza. Aunque en la cercanía las casonas estaban vacías. Muy conveniente si en esta casa pensaban dar una gran fiesta, no tener vecinos que se quejen es clave.

Esperando que abrieran las puertas hablé con Luciano y Franco. Ninguno se conocía previamente. También estaban Santiago y Tomás. No había visto a esos tipos en ninguna parte. A pesar que supuestamente frecuentábamos los mismos pubs indie rock con carta gourmet. Y djs cuya selección de música es tan similar que sospechamos de un mp3 o un Soundcloud en común. A las 00 hs, se manifestaron en la puerta dos hombres altos, dos metros cada uno al menos, eran perturbadores. Con sus sonrisas perfectas y smoking me hicieron sentir inadecuado. Miré alrededor y todos tenían la misma expresión que yo. Las puertas se abrieron brevemente, pasamos uno a la vez. Nadie pidió nuestra tarjeta, sentí como si los conociera de antes. A diferencia de otros postulantes, noté algo familiar en la seguridad. Tal vez algún cumpleaños de 15 o casamiento. Recordaría gente tan alta, pero pude haber estado muy borracho o drogado para recordarlo.

Pronto llegó mi turno, con sumo nerviosismo me pregunté una última vez si estaba dispuesto a ver en persona el cambio que había pedido en mis noches de hartazgo. Ya estaba allí, solo debía dar unos pasos más, así que lo hice. El hall se sintió muy frío, desolado, por un instante me desorienté, sentí que flotaba en el vacío. Nunca me había pasado pero por primera vez estuve desamparado, solo, completamente. No lo había experimentado jamás. Era un grito contenido, la mezcla del estómago vacío y saber que nadie te espera en casa o en ninguna parte. Fue como si me hubieran borrado de una lista. Pero luego entré en otra…

Las puertas de cristal emanaban una luz verde, no era posible ver detrás del cristal transparente. Un efecto muy extraño pero no me sobresaltó, ya no sabía que estaba pasándome. Detrás de mi llegaron Luciano, Franco, Santiago y Tomás. El salón principal estaba lleno de gente, todos circulando de forma relajada. Lucían como realeza y modelos a la vez. Eran la gente más bella que había visto en mi vida. Nos miramos con los demás y caminamos en grupo hasta temerosos. Una mala señal. Se suponía que deseábamos estar allí, deberíamos tener actitud. Poco a poco con cada paso nuestra verdadera naturaleza se reveló. Vi cambiar a mis “compañeros”, convertirse en versiones híper mejoradas de sí mismos. Creí estar alucinando, como la noche previa a la carta cuando me sentí parte de la manada de animales que destrozó varios perros y gatos del vecindario. Un extraño recuerdo proveniente de un sueño lúcido. Esos perros no me dejaron dormir hasta que se fueron. Pero esto estaba pasando frente a mí. Y solo, tan solo como nunca antes, entendí que debía levantarme en mi mente y reclamar un lugar en este espacio, porque nadie más lo haría en mi nombre. Así lo hice.

Si sobrevivís a la primera noche, sos considerado exitoso, un miembro provisorio del grupo. Aunque novato en todo sentido. Invitado a ver detrás de su mundo percibido como fastuoso, decadente y ominoso. Detrás del cual esconden la verdad, donde sus miembros van a celebrar como lo deseen. No conocerás el cansancio. No habrá daño físico permanente luego de la fiesta. Ni mucho menos tendrás excusa para ausentarte. Una vez invitado, debes estar allí.

Vestido con la ropa más elegante y exquisita que hayas visto jamás. Detalles en oro, platino, sedas, diamantes, cuero, terciopelo, platino, algodón egipcio, zafiros y más… Que no podrías pagar quizás nunca. Pero será tuya, hecha a tu medida para lucir impecable y aceptable al entrar por las puertas del club. Oh magnifico club, cuyo palacio se desdobla como laberinto de placeres interminable e insufrible.

Me volví más alto, siempre quise medir 1.83, dejar mi metro setenta y cinco y de pronto lo fui. Estilizado como un modelo, un sueño adolescente que olvidé, hasta pasar por las puertas. Mi cabello tornó precioso, largo hasta los hombros, perfectamente arreglado y varonil. Lucía muy masculino en mi traje negro, con pocos detalles fuera de los gemelos zafiro y la corbata de seda negra con hilos de oro blanco. Las solapas del saco lucían como seda pero eran firmes como cuero. Era como si hubieran visto en mis más extravagantes sueños, como quise lucir siempre. Mis ojos marrones tomaron color del cielo tormentoso, un azul intenso y grisáceo imposible de obtener genéticamente.

No tardé mucho tiempo en deducir que allí dentro esperaban tentaciones y pruebas incluso letales. A medida que avanzamos por los grandes y decadentes ambientes del palacio, varios jóvenes que fueron invitados junto a mí, se perdieron de vista. Pudieron irse con alguna hermosa o hermoso invitado de los tantos que nos saludaron con lo opuesto a la apatía que esperaba encontrar en un grupo de gente tan bella. Una vez que entendí cómo funcionaba la apariencia, comencé a preocuparme por gente cuyos nombres había aprendido esa misma noche.

Dudé que estuviéramos en el reino de los vivos luego de atravesar las puertas cristal después del hall de entrada. Los pasillos serpenteantes confundían los límites impuestos por la razón. Donde naturalmente habría un final, solo hallabas un nuevo pasillo. Pero esto sucedía en proporción directa con el miedo. Frente a la calma pronto notaba que los corredores con sofás de terciopelo y bordes de oro, las mesas de mármol y los espejos de más fino cristal y piedras preciosas, dejaban de moverse y lucían como un pasillo normal.



Solo ella pareció reconocerme bajo mi nueva apariencia. Llegó hasta mí en uno de los corredores, dichosa, tambaleante. Tuve que sostenerla cuando se acomodó el zapato y casi se cae. Su risa tintineó en mis memorias, vi a una niña rubia de la cual me enamoré a los 6 años. Sentí nuevamente el flechazo que me provocó aquella vez. De pronto ella tuvo que sostenerme pues me mareo semejante recuerdo. Sin embargo no lucía en absoluto como esa niña, su cabello pelirrojo llegaba hasta mitad de su espalda, sus ojos verdes buscaban conectar con mi cielo tormentoso. No parecía temer a los relámpagos dentro y podía mirar cómodamente pues medía lo mismo que yo. Intenté contener mi goce ante su presencia pero fue en vano, pretendió creerme.

Vagamos por los pasillos disfrutando la compañía, deleitados por ver tanta gente interesante en cada ambiente de la casa, arte de todo tipo, desde películas que aún no han estrenado como “Avengers: The Skull Invation” que me interesaba ver, hasta la posibilidad de vivir momentos históricos como si fuéramos parte de ellos. Cada espacio se convertía en aquello que anhelábamos. Nos besamos mientras veíamos la vida de Vlad El Empalador, en un momento tan extravagante como romántico.

Son las dinámicas de las apariencias. Rigen sus motivos, guías sus intenciones, absorben los halagos pero se manifiestan en la envidia con sumo placer como un espíritu atrapado dentro de un cuerpo inerte. Y en ese momento pobre de quién se halle frente a ellos, pues será consumido como una ofrenda, íntegramente desde adentro hacia fuera, como si las apariencias no importaran, las bestias degustarán su esencia antes de manchar las fauces con sangre.” Me dijo señalando a Tomás siendo consumido por dos jóvenes que parecían las hermanas Bella y Gigi Hadid. Observé como el cuerpo de Tomás se revelaba bajo la apariencia fragmentada que proyectaba luego de haber pasado el hall. Como un espejo roto sus piezas caían al suelo y eran absorbidas como si se derritieran. Tomas por otra parte estaba envuelto en un hechizo, incapaz de percibir su propio fin. Las jóvenes lo besaron hasta que no quedó nada de él.

Los pasillos comenzaron a moverse, el miedo estaba fuera de mi control. Yo no buscaba semejante antro, un culto, el vórtice de mi perdición. Le dije como mis días rutinarios y la pérdida de contacto con mis amigos de siempre eran absurdos en comparación con ver personas dejando su alma para lucir más bellos. Yo no quería ser precioso, solo quería ser parte de algo fuera de las convenciones más pedestres. Quería un grupo de pertenencia que resignificara la realidad inmediata. Quería brindarle a mi agenda motivos para existir, más que usarla para anotar cumpleaños donde luego nadie sale un rato a tomar algo.

Luego de un silencio que ensordeció la excelente música del lugar, me reveló su verdadero rostro, realmente lucía como la niña rubia que colmó mi mente cuando la encontré. Luciano se acercó con la apariencia resquebrajada, buscando consuelo. Mientras Franco estaba por ingresar a una habitación de la cual no saldría. En medio de nuestro pánico colectivo me forcé a preguntarle a ella, como podríamos salir de ahí. Nos explicó el precio de quedarnos y como había estado buscando quienes la comprendieran para poder escapar. Con Luciano compartimos pensamiento. Luego los tres partimos en busca del corredor que podría brindarnos la respuesta a tantas incógnitas. Ella ingresó a un espacio nuevo, de paredes con rosa flúor y su banda favorita tocando en vivo. Luciano y yo cerramos la puerta para que nada le arruinara la experiencia de vivir un último concierto allí dentro.

El éter, una energía verde, la que nos envolvió al ingresar, nos había quitado la vida para brindarnos algo intermedio. Era posible regresar una y otra vez, a cambio de algo, una dádiva. Esta maravilla reclamaba acciones y resolución. Y yo habiendo vivido la desesperanza de quienes se resignan al paso del tiempo, ofrecí mi primer tributo.

Porque si no tomas la determinación, sos puro inconformismo y nada de acción. ¿Qué te hace digno de juzgar a quienes han tomado el camino del arquetipo socio cultural? Al menos ellos han sacrificado parte de sus personalidades para adaptarse a las expectativas de la sociedad. ¿Qué has sacrificado de tu esencia, mente y carne por tus metas? Cuando estás preparado para cambiar, nada debe detenerte. Los recuerdos buscan anclarte. Las falsas amistades quieren vivir a través de tu libertad, cuando han perdido la propia. Quienes te dicen que no te lances, buscan retenerte con temores que se aplican a ellos, no a vos.

Decís ver fuera de los límites, decís sentir en el espectro de la relevancia, decís pensar sobre las ataduras clásicas, decís mucho más con tu mirada un Sábado a la noche en un cumpleaños más, viendo los efectos del tiempo en todos a tu alrededor. Decir no tiene precio. Actuar es otro asunto. ¿Estás listo para la invitación?


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