Donde La Magia Sucede.


Me preparo para otra interesante y, ¿culturalmente enriquecedora noche? Podría suceder, habrá nueva música, nuevas personalidades, nuevos sabores. Solía esperar estos momentos con la excitación que mi mente acumulaba para salir en la secundaria. ¿Dónde quedó el factor sorpresa que sentía hace dos años cliqueando sobre invitaciones virtuales a eventos?
Se que los detalles dispuestos sobre mi apariencia pasarán desapercibidos. ¿Alguien notará mi pulsera Key Biscayne? ¿Se embriagarán con mi Kenzo Night? ¿Apreciarán que estreno una prenda inmaculada para recorrer con expresión neutra las calles del microcentro? Claro que no. Si alguien lo percibiera, no estaría soltero, estaría con esa persona. Tal vez.
Vamos a ver una banda, un solista, un punk que tocaba en Japón, cuando leía al respecto en Rolling Stone, hace años me resultaba asombroso. Hoy no me es fácil encontrar esa sensación.
Durante el show estoy bajo un techo precario, cerca de la barra, hace calor como siempre, podría venir en musculosa, Vans y shorts, todos visten igual. A veces pienso que soy más punk yo, con mis fetiches por la ropa y perfume, mirando en vivo rockeros desgarbados por el placer del caos generado. Ciertamente tengo más rock apoyando mi remera Lacoste Live! blanca recién estrenada, contra esa pared llena de suciedad de la calle, que la mayoría de ese público. Es decir, ¿qué arriesgan ellos esta noche? ¿Dónde está su compromiso? ¿Cuál sería la recompensa de no arriesgarse? Son pretensión en estado puro. Como yo, siguen un estilo, a diferencia de mí, juzgan a quién se preocupa por verse mejor.



Post recital realmente empieza la noche, en uno de esos bares con mini escenario para que toquen bandas interesantes un par de veces al mes. Allí me reconcilio con el Jägermeister. Verán tomé un Jägerbomb en un pub que era interesante el año pasado (hoy está de moda y realmente se ha perdido casi todo el encanto); me dio asco por lo dulce que era y tomamos un break con el Jäger. Luego vi como estaba mejor sin mí en su versión Spice. Pero aun así no me atreví a darle otra oportunidad. Eso hasta el momento cuando probé un Jägertonic hecho por mi barman/ skater favorito del pub en el que terminamos (a veces es trendy pero se mantiene indie, eso es tener integridad).
En medio de una multitud de estilos, tantas historias cruzándose, tantas personas bailando la misma canción, la cerveza en frascos, indiferencia fingida. Una mina con rostro tan angelical que no podría proponerme algo bueno (seguiré soñando) y otra mina con una cabellera rubia suelta de película capaz de hipnotizarme (hola Juno Temple). Los tiempos discurren con la demora para llegar a comprar un trago, la travesía para llevar dicho trago intacto desde la barra hasta mi grupo de amigos, el entrañable olor a porro acariciando las siluetas, mientras fluyen corrientes opuestas de personas. Energías definiendo el destino de todo aquél ingresando al espacio donde estamos.
La madrugada transcurre, pequeñas escenas en el hastío de nuestras rutinas. Lo hemos hecho todo antes. Podríamos buscar más emoción, agregar interés sexual y su búsqueda nocturna de parejas fugaces; sumar amistades en el grupo de siempre; variar el destino donde estamos cómodos; tomar drogas nuevas en lugar de sólo tragos nuevos. Contemplo dejarme arrastrar por una corriente, hasta su destino. Quizás encuentre algo nuevo en la desembocadura, dimensiones alternas para explorar. O probablemente me hallaré frente al DJ y sus amigos, observando como la corriente fluye hacia otra dirección luego de bajarme. Y en ese submundo con extraños que me ignoran, me sería imposible acallar mis dudas.
Era el propósito salir a divertirme, ¿cómo terminé evaluando cuánto me falta para ponerme al día con mis objetivos? Allí donde la belleza es primordial, en donde no parece haber interacción fuera de los grupos armados bailando rock y pop de hace 10 años. Cuando tantas figuras prístinas incluso en su decadencia y brillo opaco, posan sus miradas brevemente en mi cuerpo inverosímil. "¿Cómo no me queda algo mejor para ofrecer a los dioses de esta fiesta y reclamar un lugar en su lista VIP?" me grito bailando “Some Velvet Morning” de Primal Scream.
De pronto una certeza llega a mi mente, haciendo temblar mi Mojito tan exquisitamente preparado que debí darle más propina al barman. Son los roces con personas preciosas algo tan desdichado, cuando sabes que pudiste ser uno de ellos y te has diluido en el tiempo. Ya no puedo jugar a la superficialidad, fracaso en brindarle relevancia. Estos pubs deslumbrantes a los que voy son espacios donde no se genera nada.
¿Cuántas veces giraré sobre mi eje, como una brújula alterada por el magnetismo de múltiples intereses? Necesito una resolución: ha de ser definitiva y aterradora, excitante y sorprendente, dinámica y magnética, cuya inercia arrastre mi voluntad inerte cuando de aceptar algo nuevo en mis noches se trate. Tomo un sorbo del trago con calma, dejo de pensar en complejas estructuras, el reciclaje de recursos, los efectos del tiempo, la incertidumbre al recorrer nuevos paradigmas y el desapego requerido para hacerlo. El alivio me deja bailar con micro movimientos al tempo exacto de “Only Man” de Audio Bullys. ¿Pero saben que falta acá? “Stronger” de Kanye West.
Presentí el final de una era cuando inició el año y cada uno en mi grupo de amigos tomó una dirección diferente al amanecer, sobre una avenida trasnochada. Mientras caminaba observando el rímel corrido de las vidrieras lujosas, pisando pétalos y hojas muertas. Entonces con mis pies doloridos, paré un taxi, miré alrededor esas calles icónicas vulnerables sin transeúntes ensimismados recorriéndolas y noté que mi cambio vendrá cuando salga a buscarlo… Solo.

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