Su razón.

En noches tormentosas como esta, me pregunto por su presente. ¿Qué estará haciendo? ¿Alguien consiguió llegar a conmoverle? Mientras escucho el aire alborotar cada objeto en el patio, me preparo para recordar ese día, final de interminables horas de análisis. Sobre mis intenciones, mis acciones, mis deseos y su aparente falta de impacto.
Las gotas golpean mi ventana, violentas se estrellan contra la superficie que se interponga en su camino. Observo el cielo oscuro definido por los truenos, pensando en su número. Un simple mensaje podría quitarme de la duda, también recordarme que hay enigmas que deben permanecer sin resolver.
Pero esta electricidad que recorre mis recuerdos y entumece mis dedos, los mismos que se estiraron para intentar llegar a tocarle, me hace repasar los eventos finales. Esa última gota que rebalsó el vaso, antes que la primera gota de la lluvia tocara el suelo donde esperaba su señal.
Me resultaba inquietante, molesto, frustrante a veces, el porqué de su demora en responder mi cortesía. El silencio abrupto ante mis halagos. La sonrisa ausente frente a mi humor sagaz. Mi mejor arma en la vida, para interesar su esencia desapegada y no surtía efecto. Había encantado fieras con mis palabras. Pero no podía concentrar su atención.
Era un enigma. Tal vez sobrevaluaba su profundidad, sin duda lo pensé, que no era tan relevante, ni tan interesante para merecer mis esfuerzos. Oh pero sí lo era, por ese halo misterioso. Irresistible. Era un reto esperando probar mis sutilezas, pero la impaciencia me hacía demostrarle mi poder para estructurar fantasías y darles vida. Tampoco surtía efecto por mucho tiempo. Pronto volvía a su mundo, a ensimismarse, abstraerse en sus pensamientos taciturnos. Con ello se volvía más interesante.
Los tiempos se dilataban y pronto empezaríamos a perdernos, el contacto se espaciaría hasta desaparecer. Por eso me atreví, bajé la guardia y puse en pausa las beldades que deseaba brindarle. Caminé hacia su figura, la divisaba bien en la niebla de la mañana. Esa mañana tan fresca, después de oír truenos toda la noche, pero no ver una sola gota de lluvia cayendo en el jardín. El césped lleno de rocío, el cielo nublado, las luces de la calle encendidas, aun combatiendo los resabios de la noche alrededor de esta figura preciosa.
Lo había intentado todo, o casi todo lo relevant y nada de lo manipulador. No deseaba fundar el vínculo en falsas expectativas. Me acerqué, sintiendo como la temperatura bajaba con cada paso. Los truenos seguían cada uno de mis movimientos, como música. 
Harto llegué a su encuentro, finalmente sabría por qué se resistía sin esfuerzo a mis infalibles estrategias de atracción. De dónde sacaba la concentración, para ignorar tantas posibilidades de grandeza. Qué le aquejaba con semejante intensidad, como para ensordecerse cuando le susurraba un futuro iluminado. Lo supe cuando pude ver su mirada de frente...Tenía la tormenta dentro de sus ojos.



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