La Familia: La Niña.


Es un hábito, un rito de pasaje tal vez, para el adolescente quedarse solo en su casa durante un fin de semana largo. Así fue para Julia, cuando sus padres propusieron un pequeño viaje y ella prefirió quedarse en casa para pasar los días con sus amigas. Ellas no podrían reunirse hasta el Viernes por ello, esta noche, la tendría para si misma. “Mejor así.” Pensó. “Miraré películas”.
Su preferencia por el género de terror, no era bienvenido por sus asustadizas amigas que deseaban ver algo con Liam Hemsworth. Luego que sus padres partieran, no salio en todo el día. Solo durante la tarde intercambio saludos con su vecino, Martín.
Sus casas tienen un enorme patio, con un pequeño parque en medio de la manzana, los padres de Julia viven en el extremo Este. Algo tan bello que las familias desearon preservarlo. Notó a Martín un tanto distraído cuando hablaron. Evaluando el parque, buscando ver algo que no estaba allí. Aunque hablaron como de costumbre sobre la facultad y la ciudad, antes de volver cada uno a su casa. Incluso la insólita mirada de preocupación del joven al enterarse que Julia pasaría la noche sola, no le alertó en nada.
Se dispuso a tomar un té en su tazón grande con la forma de un gato negro, mientras la película terminaba de cargar. ¿La película elegida? Una interesante obra de terror moderno, llamativa y renombrada: The Babadook. Durante los primeros minutos de la historia, como de costumbre, nada sobresaliente sucedió. Eran escenas para situar la trama.
Escuchó un ruido en el patio, pero asumió que se trataba de la gata de Martín. Que solía merodear fuera, incluso a principios de Octubre durmió con ella. Durante los golpes en la puerta de la protagonista de la película, ella sintió algo similar en la suya. Y sonrío frente a la coincidencia. Como buena fan del género de terror, ella no sería fácilmente intimidada. Pausó la película para acercarse a la puerta, esperando alguna amiga que estuviera aburrida y pasara a visitarla.
No había nadie fuera, así que pensó en la gata de Martín, el viento o una simple sugestión. ¿Tan pronto? La película aún no daba miedo. Pero la tarde le había transmitido una sensación extraña. Algo con lo que Martín ya se siente familiarizado, esto Julia no lo sabía.
Continuó viendo la película con su té. Por momentos planeando la noche del Viernes. Cuando el primer bajón de tensión sucedió. Nada peculiar, solo un detalle más. Por suerte no fue suficiente para apagar la notebook, eso si le hubiera molestado. 5 minutos después el segundo bajón sucedió, acompañado de otros golpes en la puerta. Esto empezaba a preocuparle sin entender porqué.
Mientras regresaba pensativa de la entrada, donde una vez más nadie había golpeado la puerta. Escuchó el maullido. Ese sonido agudo penetrando cada pared como si no existieran en la casa. Emanando de las puertas y el piso, junto al tintineo de las luces.
Buscó una explicación para esos sonidos y comenzó a preocuparse hasta que vio una figura familiar dentro de la casa. Esto le trajo cierto alivio, esa gata siempre paseando. La llamó por su nombre, pero el felino no respondió. "Que extraño, ¿no es ella?"
Las pupilas de Julia se dilataron cuando el felino huyó atravesando la pared. En ese momento los golpes en la puerta del patio la asustaron. Martín había observado toda la noche el gran patio. Y notó que en la casa de ella, las luces estaban fallando. Algo que ya le había sucedido. Julia no deseaba sentirse aliviada por tener alguien más en la casa, como si hubieran venido al rescate. Casi se molestó por esto. Sin embargo no tuvo tiempo de expresarlo a su vecino, cuando la puerta de entrada se abrió sola, pese a estar cerrada y con trabas.
  • Entonces ¿esto te pasa seguido?
  • Una vez al mes.
  • ¿El gato fantasma?
  • Y hay un perro también. Se le manifestó a Bruno, es más agresivo.
  • Quiero verlo.
  • Ehm, casi le arranca una pierna.
En el camino hacia la entrada, conversaron para evitar sentir temor frente a lo que abrió esa puerta. ¿Que sería esta vez?
  • Yo vi al gato, debió ser eso. El gato nunca abrió la puerta y el perro la arrancó.
  • Ah bueno, el viento no fue.
  • Me preocupa.
  • ¿Cómo es posible que tengamos estos fantasmas ahora?
  • Y tan cerca de Halloween ¿coincidencia?
  • Pero no entiendo porqué ahora.
  • Después lo pensamos, mirá las luces...
Una sensación de ansiedad, similar a la de la tarde. Un desasosiego capaz de hacerlos sollozar sin motivos, se apoderó del ambiente. La temperatura de la casa comenzó a descender, mientras risas de dicha los asediaban, como ecos en sus mentes.
¿Cómo podían escuchar a alguien siendo feliz y sentirse tan tristes al mismo tiempo? El frío les hizo ver las huellas del felino. Su ronroneo les hizo cosquillas, pasando entre sus piernas. Pero el frío se estaba haciendo más intenso, casi intolerable.
Las risas se detuvieron de pronto, como cuando alguien corta la música. Y con ellas, finalmente vieron lo que estaba presente observándolos. No había forma de concebir el estado de alerta que los dominaba, proveniente de esa forma preciosa. Una niña, transparente, en la cocina. Pendiente de sus movimientos, el ademán de Julia la puso en guardia. Las ventanas se cerraron de golpe frente a este simple movimiento.
La tensión de las luces bajó hasta dejarlas alumbrando como velas. Mientras las puertas se trababan solas. Y la tristeza los colmaba.
  • ¿Qué está buscando?
  • No puede ser el gato porque está en frente suyo y no lo nota.
  • ¿Qué más hay?
  • El perro.
  • ¿El agresivo?
  • Sí.
  • ¿Dónde está?
  • Tal vez venga porque está el gato. No se.
  • ¿Pero si no viene que pasa?
  • Eso me preocupa.
  • ¿Nos mata?
  • Tal vez, si.
Martín pensó en formas de llamar al perro, como podría hacerlo si un mínimo movimiento haría que ataque esta niña. No le tomó mucho tiempo descifrarlo, considerando que estaba asediado por un espíritu. Podía hablar con Julia sin generar una agresión.
  • Julia hablale a la chica.
  • ¡¿Yo?!
  • Si, para que yo pueda llamar a Bruno. No conoce nuestras voces solo si pongo a Bruno en altavoz tenemos una oportunidad de salir de esta.
  • No se que decirle.
  • Preguntale su nombre. O dale el tuyo.
  • Está bien.
  • Pero no te muevas por nada del mundo...
  • O moriremos, entendí.


Como esperaba Martín, la voz era lo único que podían utilizar sin provocar una agresión. Aunque las maderas de la casa crujían amenazantes Mientras Julia lograba conocer el nombre de la niña "Ana". Él consiguió hablar con Bruno y pedirle que llame al perro, ese amistoso espíritu que casi le arranca el brazo y la pierna a su amigo.
  • Ana, también tuve una mascota, pero la tuya está cerca.
  • ¿En verdad? -dijo con un susurro helado-
  • Sí -tembló Julia- llegará pronto.
Martín suspiró aliviado, el perro estaba llegando, allí en el patio lo veía tan torpe como esa vez, tumbando las macetas de cemento de 50 kg. Jugando hasta llegar y romper el mosquitero al pasar, su marca registrada. Lamiendo su mano, removiendo la escarcha que la cubría. Y lamiendo la mano de Julia para quitarle el tono azulado que estaba tomando. Pero Ana no era su dueña.
De repente el aura de la niña se tornó gris oscuro, sus ojos aguamarina resaltaban amenazantes, incluso el can se asustó frente a esta agresiva presencia. El cuarto se tornó blanco, sus paredes estaban completamente congeladas, la llamada con Bruno se cortó de inmediato, mientras Julia y Martín observaban inmóviles su inminente final.
Con el rabillo de su ojo Martín vislumbró la esperanza cuando el felino irrumpió en la habitación persiguiendo algo que no quería mostrarse, el ánima cruel de la niña pareció reaccionar de pronto, eso que no podían ver los humanos era lo que estaba buscando. Observando como se movía el felino pudieron interpretar que se trataba de algo volador, con el correr de los segundos el hielo desapareció y la niña regresó a su estado previo, para luego irse corriendo a través de la pared hacia el patio, en busca de un ave. Un pequeño pájaro dorado cuyo canto le quitó el gélido abrazo de la muerte a los jóvenes.
Una hora después Martín junto a Bruno repararon el mosquitero. Tomaron un café, repasando los eventos de la noche, con Julia entusiasmada pensando que más podría suceder.
A veces una experiencia es un portal hacia algo mucho más grande. Conocer un simple espíritu animal, puede desencadenar una serie de encuentros cada vez más complejos. Por fortuna ya no están solos para enfrentar estos sucesos. Un pequeño alivio, pues deberán estar juntos para lo que sigue. 


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