El bosque.

La joven pareja y su niño de 4 años recién cumplidos salieron a disfrutar del fin de semana largo pronosticado hermoso e ideal para estar al aire libre. La familia de Aarón de 31 años poseía una cabaña en las afueras de Bariloche por lo que en la noche del Jueves tomaron un avión hacia allí para luego por la mañana, con un auto alquilado dirigirse hacia esa bella locación.
El pronóstico no falló, ciertamente era un hermoso día cuando a las 11 hs llegaron a esa lujosa y confortable casa en el bosque cerca de la pequeña ciudad. Elisa de 29 años bajó primero del auto para desabrochar la silla de su hijo Lázaro, el cuál estaba entusiasmado por la idea de pasar tiempo con sus profesionales padres que, durante un día laboral se iban tras desayunar juntos y le dejaban con la niñera Mariana de 23 años, quién ganaba mejor cuidando de Lázaro que como radióloga. El niño los veía nuevamente a la hora de cenar y pasaban un tiempo agradable juntos mirando películas y llevándolo a obras infantiles o algún circo, durante los fines de semana.
El hogar está donde el corazón se encuentre, los valores que se habían pasado por generaciones eran absorbidos por el hijo de la pareja que, se comportaban como lo harían las prototípicas buenas personas. Casi un deleite ver que la gente sea correcta en su forma de vivir la vida, por estos tiempos.
Listos para unos días desconectados del mundo, pronto recordaron que no habían tenido tiempo para bautizar a su hijo. Ambos católicos, aunque no ortodoxos sino creyentes, decidieron que lo harían el fin de semana siguiente para no volver a postergarlo. Para el niño fueron días maravillosos de juegos y recorridos por los senderos del bosque durante la tarde, con su padre cargándolo en los hombros. Y cuentos por la noche antes de dormir con su madre. Aunque extrañaba a Mariana, no pensó en ella después del viernes. Por 2 días completos el bosque recibió las risas de un niño humano, como notas musicales regodeando a todos los insectos y animales inofensivos en los alrededores.
Antes del amanecer del domingo, cuando emprenderían el viaje de regreso Lázaro soñó con su niñera, su amiga, y despertó creyendo verla en el patio de la casa, la luz tenue de la luna daba paso al inminente dominio del sol, que llegaría a verse en media hora. El niño observó a sus padres quienes dormían en la cama de al lado, intentó despertarlos. Pero la figura de Mariana le hizo señas y muecas, como las que le hacían reír cuando lo cuidaba en su casa en Buenos Aires. Entonces salió solo por la ventana y corrió al encuentro de la joven, ésta se alejó rápidamente entre los árboles llamándolo en su mente. El pequeño miró la ventana de la habitación de sus padres y pensó que volvería pronto con su amiga para desayunar, luego ingresó al sendero del bosque.




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