El idilio ha muerto.

El idilio ha muerto. Está sepultado bajo las horas que hablaron sin saber, que para uno de los dos eso era imposible. Sin duda esto se debió al desasosiego, “esto”: tu vulnerabilidad.
Nada se descompone tan rápido, ni apesta tanto como los títulos obsequiados, cuando eso era posible. Las palabras se las lleva el viento, son promesas que flotan sin rumbo como partículas de polvo en el aire. Y de repente todos sus planes se derrumbaron. Como una torre de naipes frente a una ráfaga de viento. O un castillo de arena en la playa frente a una ola inminente. Aquello que esperaban, deseaban, por lo que tanto se buscaron, colapsó con el final del idilio.
Nada sucumbe tan rápido como el idilio. Se desvanece entre las manos de tu yo imaginario, el único lugar donde alguna vez estuvo. Pasarás minutos de tu día, horas incluso, esperando su mensaje privado o su dm, su fav, su rt. No hay tiempo que valga, cada manifestación posible, pasada, presente o futura no logrará recuperarlo.
El idilio llega con su reverso, la decepción. Y es tan visible una como otra, durante todo el tiempo que se construye la conexión. Lo notarás en la velocidad con la cuál te responde, al principio serán segundos, con el correr de las semanas, serán horas. Un doble visto automático en tu mensaje, que verás respondido horas mas tarde, si acaso. O tal vez ignore completamente tu punto de vista y escriba algo distante. No es posible mover recursos y realizar acciones por un espejismo.
El idilio se evapora. Pero no condensará, ni volverá en la misma forma. Esa conexión que fue capaz de conmoverte, se ha terminado. El ardor de su partida, se volverá tan evidente en cada parte de tu persona, como en una casa si le cierran las ventanas para que no entre la luz. Pero será imaginario, jamás fue tangible. Aunque hayas escuchado el estruendo de sus cimientos colapsando. Dentro del cruel marco del tiempo, los segundos pesarán como horas en tanto la ausencia esté fresca. Y no recomiendo recordar cómo fueron antes del hecho, porque esas evidencias maravillosas se han revertido y están manchadas con decepción.
Por fortuna hay una solución: apagá la computadora. Salí a tomar aire, retomá tus planes originales, disfrutá de tu gente. Conocé nuevas personas. Lograrás que su ausencia se desvanezca hasta perder importancia. Y luego será solo una anécdota que no te interesará contar.

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