M.
Es otra mañana, un día más, horas, momentos, oportunidad,
tiempo. Gracias.
Te preparó el té, el fuego contenido calienta el agua. Mientras
espero que te levantes. Abro las persianas. Dejo el día pasar, con su aire, sus
sonidos, sus aromas, su polvillo. Ensuciará los muebles otro día vivido. Y será
ignorado este hecho porque estaremos ocupados en la rutina.
Encenderé mi computadora, o veré desde mi tablet intrascendentes
redes sociales. Mientras miramos las noticias y desayunamos. Como si
estuviéramos en un rincón de un cuarto gigantesco, sentiremos que solo nosotros
existimos durante nuestro ritual.
Alguien pasará por nuestra vereda y su presencia molestará
cuando decidan visitarnos. No es la hora de las visitas, presas de la Ley de
Murphy, llegan cuando son inconvenientes.
La casa olerá a pino fresco. Contendrá en su estructura años y
momentos de todas las personas que queremos. Y de vez en cuando recibirá a
todos de nuevo, en especial durante Diciembre. Ese mágico mes.
Será la misma casa también la que nos reproche el dolor, los
desencuentros, los daños, los insultos, la frustración, la enfermedad y esos
malos pensamientos. De manera tal que ni siquiera renovarla superficialmente surtirá
efecto. Exigirá que nosotros nos purifiquemos primero. Y sus paredes permeables
a nuestras energías, recobrarán el color.
Pese a que no he podido darte todo lo que deseaba, no somos
desdichados cuando reconocemos la importancia de volver a compartir nuestros
rituales. Que el mundo conserve sus riquezas. Que los ambiciosos las retengan.
Nosotros conocemos del valor. Y como frente a cada momento oscuro ha sido mi
sonrisa, tu energía. Ha sido tu sonrisa mi salvación.
Entonces cuando estrechamos las manos, esa mística que nuestros
ojos no revelan, que la razón nos niega, se transmite de uno a otro. El estado
puro de una emoción noble, es lo más cercano a un milagro que vamos a estar. Es la
prueba cotidiana de algo más, lo que ya conocemos, porque Diciembre nos lo
demostró hace tiempo.
Y la casa lo sabe, se regocija, huele a pino o lavanda según la
estación. Nuestras plantas saludan a la gente. Y el pequeño cielo sobre nuestro
hogar destella sus ínfimas luces doradas. Cuando yo canto, lo hago para vos. Lo
hago para mí. Lo hago para todos. Deleito a los destellos, termino mis
canciones. Y salgo al mundo de nuevo, reconociendo mi valor, admirando el tuyo,
agradeciendo nuestro tiempo.
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